Aclaramos que este post lo hicimos desde Bolivia, bastante apurados, donde el internet no es de lo más accesible y rápido, asique no prometemos nada. Tampoco sabemos cuando lo vamos a poder actualizar, pero paciencia que en algún momento lo vamos a hacer...
Pasamos el día en el cuartel reacondicionando las bicis, cambiamos cubiertas, arreglamos el portaequipaje de Santi, y demás problemas mecánicos que empiezan a surgir con los kilómetros. Ese día se cumplían dos meses en ruta. Los festejos se hicieron notar.
Pasamos el día en el cuartel reacondicionando las bicis, cambiamos cubiertas, arreglamos el portaequipaje de Santi, y demás problemas mecánicos que empiezan a surgir con los kilómetros. Ese día se cumplían dos meses en ruta. Los festejos se hicieron notar.
Al otro día
vencido el permiso de estadía en el cuartel surgió un contacto en Salta:
Willis, amigo del cura de Necochea. A la tarde fuimos a golpearle la puerta.
Willis nos recibió como si fuésemos sus hermanos, nos hizo pasar a su casa y
luego de unos mates se fue a una reunión dejándonos sus llaves.
Durante los tres días
en su casa descansamos, actualizamos el blog y, guiado por Willis, conocimos
las maravillas de Salta. Después de permanecer tres días bajo techo nos
largamos a la ruta y a los pocos kilómetros prrrrrr ¡lluvia! Pedaleamos los
noventa kilómetros hasta San Salvador de Jujuy (capital de Jujuy) bajo una
llovizna molesta y constante que terminó penetrando las ropas, pero sin duda
valió la pena. Evitando la ruta llana y transitada pedaleamos por un camino de cornisa,
por partes entre nubes, y una vegetación húmeda y abundante. Entre extensas
subidas y bajadas la provincia de Jujuy nos dio su bienvenida. A las 18hs
logramos llegar a su capital, donde luego de pedir alojamiento en una iglesia
barrial (sin resultado) fuimos a descansar y tomar unos mates a la plaza
principal. Ya de noche e informados de los altos precios de los hostel y las
altas distancias a las que se encontraban los camping (20km el más cerca)
pedimos alojamiento en la catedral. Siendo sinceros, fuimos con pocas
expectativas pero nos terminaron sorprendiendo. Tuvimos que esperar una hora y
media en la puerta hasta que el cura se desocupe para que luego nos presten un salón
para pasar la noche, con la condición de que a la mañana siguiente lo
desalojemos a las nueve para que den una clase. Ya instalados fuimos a conocer
la noche jujeña.
Al otro día
cumplimos con el pedido: justito a las nueve dejamos el salón. Dimos unas
vueltas y volvimos a la catedral a dejar las bicis un rato para poder conocer
Jujuy. Tomamos un colectivo y fuimos a conocer una feria en las afueras de
Jujuy. ¡Señora feria! Ropa, comedores, ferretería, bicicletería, sandguchería,
ería, ería… todo en unos pasillos con puestos de lonas y los vendedores
anunciando los bajos precios de sus productos.
Al volver a la
catedral nos encontramos con la sorpresa de que las puertas estaban cerradas.
Recién a las 18hs pudimos sacar las bicis. Sin tener donde dormir, comenzamos a
pedalear con la idea de acampar en la ruta, en las afueras de San Salvador de
Jujuy. Terminamos acampando en un estacionamiento de autos, que alguna vez fue
camping, y que su dueño no presentó inconvenientes.
Al día siguiente
nos levantamos temprano y pedaleamos hasta Purmamarca. Llegamos a las 18hs,
asique mientras descansábamos en la plaza cayó el sol. Allí nos encontramos con
un particular ciclista alemán con rumbo Chile. Ya de noche caminamos la ribera
del río buscando un lugarcito plano para armar la carpa pero fue imposible.
Caminamos bastante pero era una playa de piedras. En un momento tuvimos que
subir a la ruta porque ya no se podía caminar más y vimos una carpa en el fondo
de un terreno. Entramos a preguntar y era un camping bastante barato. Nos
instalamos y comimos un guisito con las tres chicas dueñas de la carpa que estaba
en el camping. Resultó ser el cumpleaños de una de las tres viajeras asique también
estuvimos festejando.
El siguiente día
lo pasamos en el pueblo, conociendo el cerro de los siete colores, las antiguas
callecitas de Purmamarca, comiendo y tocando la guitarra con las chicas.
A la otra mañana
pedaleamos hasta Tilcara, donde fuimos a conocer las ruinas del Pucará de
Tilcara, su historia, el museo antropológico de Tilcara y a las 19hs fuimos a
ver un documental sobre El malón de la paz, a donde concurrió la hija de uno de
los integrantes de El malón y nos contó su testimonio. A las 23hs recién
pudimos ir a acampar a la ruta. El frío en las noches comienza a interrumpir el
sueño poniéndose un tanto molesto.
Salta de nocheCon Wiilis en el cerro San Bernardo
¿Salta?
Feria de Purmamarca
Cerro de los siete colores de fondo
Camping de Purmamarca
Por las calles de Tilcara
Puente camino al Pucará
Ruinas del Pucará
Pequeño tirante de cardón (cactus)
Ruinas
Ruinas
Nos levantamos
cagados de frío y armamos las bicis entre la escarcha. Pedaleamos hasta
Humahuaca donde también llegamos a las 18hs, y mientras descansábamos en la
plaza se hizo la noche. En el rato que estuvimos en la plaza nos ocurrieron
varios sucesos. Entre ellos le “chorearon”
el celular a Santi, otro hombre se le acerco diciéndole que era muy
parecido a Cristo “si, si, usted es muy parecido a mi Cristo”, y unas
mochileras junto a un muchacho nos
dijeron que estaban parando en lo de Raúl Prchal y que había lugar para que
vayamos.
Indecisos, para
ver si acampábamos por ahí o íbamos a la casa de este tal Raúl donde
supuestamente era un albergue de locos, borrachos y viajeros, tiramos la moneda
y salió Raúl. Fuimos y dicho y hecho, era un albergue de locos borrachos y viajeros.
Entramos a su casa de adobe, o castillos de adobe como él lo define, y había
unas ocho personas charlando a la luz de una vela, entre cuatro paredes
escritas con frases como “La realidad no existe”, una cabeza de muñeca y una
mano colgando del techo, cajas de vino sobre la mesa, una vieja que no paraba
de cantar coplas y bagualas como si fuese una música de fondo, y un ambiente
indescriptible. Nos sumamos a la charla y se comenzó a hacer una comida
comunitaria. Luego sacamos la guitarra y con un tamborcito de una española que también
andaba de paso estuvimos cantando de madrugada. Vale aclarar que para todo esto
Raúl, el dueño de la casa, dormía, asique no lo pudimos conocer hasta el otro
día. Raúl resultó ser un viejo muy buena onda, escritor, “hippie anarquista”,
que toda su vida luchó por formar una comunidad que se autoabastezca de sus
cultivos y el sobrante lo troque con el sobrante de las comunidades vecinas.
Camino a Humahuaca
Por Humahuaca
Casa de Raúl, donde pasamos la noche
Parece que a Raúl le gusta el vino ¿no?
Una vida de hippie: Raúl Prchal dedicándonos los libros
Habitación de Raúl
Angostas callecitas de Humahuaca
Santi, Raúl y Lucas
Condiciones de alojamiento
www.raulprchal.com.ar
Luego de
comprarle cuatro de sus libros y de que nos los dedique firmándolos con una
pluma y tinta china, nos despedimos de él y de todos los presentes para
pedalear hasta Iturbe, desviándonos unos 4km de nuestra ruta con la idea de ir
a conocer a dedo Iruya, ya que son unos 50km entre montañas, por un camino de
piedra muy golpeado.
Iturbe es un pueblesito
muy pequeño entre montañas, que al igual que cientos de pueblos, “decayeron” al
cerrarse las vías del ferrocarril. Acampamos en la galería de la terminal para
refugiarnos del frío.
Al otro día no
levantamos temprano, dejamos las bicis en el garaje de una señora dueña del almacén
donde compramos el desayuno y fuimos a hacer dedo en la ruta. No sabemos si
nuestras caras no son dignas de confianza, los turistas son muy desconfiados o
cual fue el punto que falló pero los pocos autos que pasaron, teniendo dos
lugarsitos, pusieron escusas como “llevamos muchas valias” y otros pasaron
despacito mirando hacia el otro lado o haciéndose los boludos si se quiere.
Cuestión que pasamos esa mañana leyendo los libros de Raúl Prchal bajo el sol,
al costad de la carretera de piedra justo antes de un arroyito (si o si los
autos tenían que frenar para atravesarlo). Frustrados, luego de cuatro horas y
media con el dedo gordo atento como una antena que busca señal, volvimos a Iturbe
a buscar las bicis. La señora del almacén nos regaló unas naranjas “para que se
refresquen” aclaró, y nos indicó un camino en mejor estado que el camino que
habíamos hecho para entrar al pueblo: las vías del ferrocarril. Pedaleamos los
5km hasta la ruta principal por las vías entre las montañas. Luego pedaleamos
otros kilómetros y llegamos a Azul Pampa, un caserío donde viven, estables, dos
familias. Tuvimos la suerte de encontrarnos con don Ignacio, quien nos invitó a
acampar a su “patio”. Compartimos un guiso al fuego, ya que Ignacio vive en un
cuartito sin gas ni luz y con agua de un arroyo que viene de la montaña, y nos
acostamos. ¡Qué frío! En esta zona y a estas alturas caen unas terribles
heladas por las noches.
A la otra mañana
Santi se levantó a las 6:15hs y ayudó a Ignacio a encender el fuego bajo las
estrellas. Mateando se hicieron las 7:30hs que salió el sol por entre las
montañas y Lucas congelado del mono ambiente. Recién a las 9:30hs el sol comienza a calentar
poco a poco, derritiendo el hielo de los pastos.
Locomotora Castro
Dificultades del camino
Sin palabras
Caminos rurales
Patio de Ignacio
Cenando con Ignacio
Más tarde llegó
Rueda, hermano de Ignacio y el encargado de los cultivos de la familia. Le
preguntamos si no tenía un trabajito o alguna changuita para darnos y
desgraciadamente, el corajudo dijo que sí.
Llevamos los
rollos de alambre y los postes a la banda (el otro lado del arroyo) bajando y
subiendo por unas quebradas. Luego hicimos unos ocho viajes acarreando bolsas
de papas desde la banda al cuarto de Ignacio (unos quinientos metros
aproximadamente). Y parece que Rueda se tomó muy a pecho eso de la changuita
porque después de lo nombrado nos puso a cosechar papas. Vale aclarar que entre
viajes y viajes comimos, junto a su familia, un guisito buenísimo, con papas de
sus cultivos e hígado de cordero.
Más tarde nos
alcanzó los 20km que nos faltaban para Tres Cruces, ya que tenía que ir a
trabajar en su camión a una mina de por ahí cerca. Allí nos instalamos ya a la
tardecita en una construcción abandonada para aguantar el frío.
Al otro día
pedaleamos hasta Abra Pampa por un hermoso camino de montaña, donde pasamos la
tarde y a la noche nos prestaron un cuartito donde guardan materiales en el
polideportivo.
Tempranito, luego
e comer unos panes en la plaza comenzamos a pedalear. El camino fue bastante
plano, menos los últimos 10km antes de llegar a La Quiaca (último pueblo
argentino). Así como en la provincia de Buenos Aires o en la provincia de La
Pampa en los corrales y campos se ven vacas y caballos, aquí en el norte se ven
llamas, mulas y burros. En La Quiaca nos prestaron un cuarto que tienen de
albergue en el complejo de deportes, donde conocimos a Pablo, un colombiano que
andaba viajando por América, a veces en colectivo y a veces como polizonte en
los barcos. También nos dejaron nadar en la pileta cubierta del complejo,
utilizar las duchas y demás comodidades.
Los pequeños postes de alambrado
Hombreando papas
Cosechando papas
Punto más alto de nuestro trayecto por Argentina
Llamas en la ruta
El borde del mapa, al otro lado del puente se ve Villazón (Bolivia)