lunes, 28 de mayo de 2012

Último trayecto argentino

Aclaramos que este post lo hicimos desde Bolivia, bastante apurados, donde el internet no es de lo más accesible y rápido, asique no prometemos nada. Tampoco sabemos cuando lo vamos a poder actualizar, pero paciencia que en algún momento lo vamos a hacer...

Pasamos el día en el cuartel reacondicionando las bicis, cambiamos cubiertas, arreglamos el portaequipaje de Santi, y demás problemas mecánicos que empiezan a surgir con los kilómetros. Ese día se cumplían dos meses en ruta. Los festejos se hicieron notar.
Al otro día vencido el permiso de estadía en el cuartel surgió un contacto en Salta: Willis, amigo del cura de Necochea. A la tarde fuimos a golpearle la puerta. Willis nos recibió como si fuésemos sus hermanos, nos hizo pasar a su casa y luego de unos mates se fue a una reunión dejándonos sus llaves.
Durante los tres días en su casa descansamos, actualizamos el blog y, guiado por Willis, conocimos las maravillas de Salta. Después de permanecer tres días bajo techo nos largamos a la ruta y a los pocos kilómetros prrrrrr ¡lluvia! Pedaleamos los noventa kilómetros hasta San Salvador de Jujuy (capital de Jujuy) bajo una llovizna molesta y constante que terminó penetrando las ropas, pero sin duda valió la pena. Evitando la ruta llana y transitada pedaleamos por un camino de cornisa, por partes entre nubes, y una vegetación húmeda y abundante. Entre extensas subidas y bajadas la provincia de Jujuy nos dio su bienvenida. A las 18hs logramos llegar a su capital, donde luego de pedir alojamiento en una iglesia barrial (sin resultado) fuimos a descansar y tomar unos mates a la plaza principal. Ya de noche e informados de los altos precios de los hostel y las altas distancias a las que se encontraban los camping (20km el más cerca) pedimos alojamiento en la catedral. Siendo sinceros, fuimos con pocas expectativas pero nos terminaron sorprendiendo. Tuvimos que esperar una hora y media en la puerta hasta que el cura se desocupe para que luego nos presten un salón para pasar la noche, con la condición de que a la mañana siguiente lo desalojemos a las nueve para que den una clase. Ya instalados fuimos a conocer la noche jujeña.
Al otro día cumplimos con el pedido: justito a las nueve dejamos el salón. Dimos unas vueltas y volvimos a la catedral a dejar las bicis un rato para poder conocer Jujuy. Tomamos un colectivo y fuimos a conocer una feria en las afueras de Jujuy. ¡Señora feria! Ropa, comedores, ferretería, bicicletería, sandguchería, ería, ería… todo en unos pasillos con puestos de lonas y los vendedores anunciando los bajos precios de sus productos.
Al volver a la catedral nos encontramos con la sorpresa de que las puertas estaban cerradas. Recién a las 18hs pudimos sacar las bicis. Sin tener donde dormir, comenzamos a pedalear con la idea de acampar en la ruta, en las afueras de San Salvador de Jujuy. Terminamos acampando en un estacionamiento de autos, que alguna vez fue camping, y que su dueño no presentó inconvenientes.
Al día siguiente nos levantamos temprano y pedaleamos hasta Purmamarca. Llegamos a las 18hs, asique mientras descansábamos en la plaza cayó el sol. Allí nos encontramos con un particular ciclista alemán con rumbo Chile. Ya de noche caminamos la ribera del río buscando un lugarcito plano para armar la carpa pero fue imposible. Caminamos bastante pero era una playa de piedras. En un momento tuvimos que subir a la ruta porque ya no se podía caminar más y vimos una carpa en el fondo de un terreno. Entramos a preguntar y era un camping bastante barato. Nos instalamos y comimos un guisito con las tres chicas dueñas de la carpa que estaba en el camping. Resultó ser el cumpleaños de una de las tres viajeras asique también estuvimos festejando.
El siguiente día lo pasamos en el pueblo, conociendo el cerro de los siete colores, las antiguas callecitas de Purmamarca, comiendo y tocando la guitarra con las chicas.
A la otra mañana pedaleamos hasta Tilcara, donde fuimos a conocer las ruinas del Pucará de Tilcara, su historia, el museo antropológico de Tilcara y a las 19hs fuimos a ver un documental sobre El malón de la paz, a donde concurrió la hija de uno de los integrantes de El malón y nos contó su testimonio. A las 23hs recién pudimos ir a acampar a la ruta. El frío en las noches comienza a interrumpir el sueño poniéndose un tanto molesto.
                                                                     Salta de noche


                                                           Con Wiilis en el cerro San Bernardo



                                                                            ¿Salta?


                                                      Feria de Purmamarca


                                          Cerro de los siete colores de fondo


                                                        Camping de Purmamarca


                                                             Por las calles de Tilcara


                                                         Puente camino al Pucará


                                                                    Ruinas del Pucará


Pequeño tirante de cardón (cactus)


Ruinas 



Ruinas


Nos levantamos cagados de frío y armamos las bicis entre la escarcha. Pedaleamos hasta Humahuaca donde también llegamos a las 18hs, y mientras descansábamos en la plaza se hizo la noche. En el rato que estuvimos en la plaza nos ocurrieron varios sucesos. Entre ellos le “chorearon”  el celular a Santi, otro hombre se le acerco diciéndole que era muy parecido a Cristo “si, si, usted es muy parecido a mi Cristo”, y unas mochileras junto a un muchacho  nos dijeron que estaban parando en lo de Raúl Prchal y que había lugar para que vayamos.
Indecisos, para ver si acampábamos por ahí o íbamos a la casa de este tal Raúl donde supuestamente era un albergue de locos, borrachos y viajeros, tiramos la moneda y salió Raúl. Fuimos y dicho y hecho, era un albergue de locos borrachos y viajeros. Entramos a su casa de adobe, o castillos de adobe como él lo define, y había unas ocho personas charlando a la luz de una vela, entre cuatro paredes escritas con frases como “La realidad no existe”, una cabeza de muñeca y una mano colgando del techo, cajas de vino sobre la mesa, una vieja que no paraba de cantar coplas y bagualas como si fuese una música de fondo, y un ambiente indescriptible. Nos sumamos a la charla y se comenzó a hacer una comida comunitaria. Luego sacamos la guitarra y con  un tamborcito de una española que también andaba de paso estuvimos cantando de madrugada. Vale aclarar que para todo esto Raúl, el dueño de la casa, dormía, asique no lo pudimos conocer hasta el otro día. Raúl resultó ser un viejo muy buena onda, escritor, “hippie anarquista”, que toda su vida luchó por formar una comunidad que se autoabastezca de sus cultivos y el sobrante lo troque con el sobrante de las comunidades vecinas.
Camino a Humahuaca



                                                                        Por Humahuaca
Casa de Raúl, donde pasamos la noche
                                                      Parece que a Raúl le gusta el vino ¿no?
Una vida de hippie: Raúl Prchal dedicándonos los libros

Habitación de Raúl

Angostas callecitas de Humahuaca

Santi, Raúl y Lucas

Condiciones de alojamiento

www.raulprchal.com.ar

Luego de comprarle cuatro de sus libros y de que nos los dedique firmándolos con una pluma y tinta china, nos despedimos de él y de todos los presentes para pedalear hasta Iturbe, desviándonos unos 4km de nuestra ruta con la idea de ir a conocer a dedo Iruya, ya que son unos 50km entre montañas, por un camino de piedra muy golpeado.
Iturbe es un pueblesito muy pequeño entre montañas, que al igual que cientos de pueblos, “decayeron” al cerrarse las vías del ferrocarril. Acampamos en la galería de la terminal para refugiarnos del frío.
Al otro día no levantamos temprano, dejamos las bicis en el garaje de una señora dueña del almacén donde compramos el desayuno y fuimos a hacer dedo en la ruta. No sabemos si nuestras caras no son dignas de confianza, los turistas son muy desconfiados o cual fue el punto que falló pero los pocos autos que pasaron, teniendo dos lugarsitos, pusieron escusas como “llevamos muchas valias” y otros pasaron despacito mirando hacia el otro lado o haciéndose los boludos si se quiere. Cuestión que pasamos esa mañana leyendo los libros de Raúl Prchal bajo el sol, al costad de la carretera de piedra justo antes de un arroyito (si o si los autos tenían que frenar para atravesarlo). Frustrados, luego de cuatro horas y media con el dedo gordo atento como una antena que busca señal, volvimos a Iturbe a buscar las bicis. La señora del almacén nos regaló unas naranjas “para que se refresquen” aclaró, y nos indicó un camino en mejor estado que el camino que habíamos hecho para entrar al pueblo: las vías del ferrocarril. Pedaleamos los 5km hasta la ruta principal por las vías entre las montañas. Luego pedaleamos otros kilómetros y llegamos a Azul Pampa, un caserío donde viven, estables, dos familias. Tuvimos la suerte de encontrarnos con don Ignacio, quien nos invitó a acampar a su “patio”. Compartimos un guiso al fuego, ya que Ignacio vive en un cuartito sin gas ni luz y con agua de un arroyo que viene de la montaña, y nos acostamos. ¡Qué frío! En esta zona y a estas alturas caen unas terribles heladas por las noches.
A la otra mañana Santi se levantó a las 6:15hs y ayudó a Ignacio a encender el fuego bajo las estrellas. Mateando se hicieron las 7:30hs que salió el sol por entre las montañas y Lucas congelado del mono ambiente.  Recién a las 9:30hs el sol comienza a calentar poco a poco, derritiendo el hielo de los pastos.
         Locomotora Castro

 Dificultades del camino
Sin palabras

Caminos rurales



Patio de Ignacio

Cenando con Ignacio


Más tarde llegó Rueda, hermano de Ignacio y el encargado de los cultivos de la familia. Le preguntamos si no tenía un trabajito o alguna changuita para darnos y desgraciadamente, el corajudo dijo que sí.
Llevamos los rollos de alambre y los postes a la banda (el otro lado del arroyo) bajando y subiendo por unas quebradas. Luego hicimos unos ocho viajes acarreando bolsas de papas desde la banda al cuarto de Ignacio (unos quinientos metros aproximadamente). Y parece que Rueda se tomó muy a pecho eso de la changuita porque después de lo nombrado nos puso a cosechar papas. Vale aclarar que entre viajes y viajes comimos, junto a su familia, un guisito buenísimo, con papas de sus cultivos e hígado de cordero.
Más tarde nos alcanzó los 20km que nos faltaban para Tres Cruces, ya que tenía que ir a trabajar en su camión a una mina de por ahí cerca. Allí nos instalamos ya a la tardecita en una construcción abandonada para aguantar el frío.
Al otro día pedaleamos hasta Abra Pampa por un hermoso camino de montaña, donde pasamos la tarde y a la noche nos prestaron un cuartito donde guardan materiales en el polideportivo.
Tempranito, luego e comer unos panes en la plaza comenzamos a pedalear. El camino fue bastante plano, menos los últimos 10km antes de llegar a La Quiaca (último pueblo argentino). Así como en la provincia de Buenos Aires o en la provincia de La Pampa en los corrales y campos se ven vacas y caballos, aquí en el norte se ven llamas, mulas y burros. En La Quiaca nos prestaron un cuarto que tienen de albergue en el complejo de deportes, donde conocimos a Pablo, un colombiano que andaba viajando por América, a veces en colectivo y a veces como polizonte en los barcos. También nos dejaron nadar en la pileta cubierta del complejo, utilizar las duchas y demás comodidades.


Los pequeños postes de alambrado

Hombreando papas

                                                                    Almorzando con la pionada
                                                                    Cosechando papas



                                                 Punto más alto de nuestro trayecto por Argentina

                                                               Llamas en la ruta


El borde del mapa, al otro lado del puente se ve Villazón (Bolivia)


viernes, 11 de mayo de 2012

Valles calchaquies

 Sugerencia al lector: preparate un matecito o un té de boldo antes de empezar a leer porque este post quedo medio largo che!!

 El camino hasta Tucumán fue bravo, como comento algún botón anónimamente Lucas andaba flojito de vientre asique nuestro amigo el papel higiénico nos acompañó los 87km en el cuerno de la bici. Cosas que pasan, dijo Larralde. Llegamos a las 18hs a la ciudad con el cielo cubierto y luego de pedir alojamiento en un par de iglesias terminamos en el cuartel de bomberos, pero equivocadamente caímos al de bomberos policías en lugar de al de bomberos voluntarios, y digamos que no es el mismo ambiente. Por ejemplo en este había policías procesados detenidos que vivían dentro del cuartel en lugar de en una cárcel común y silvestre “porque son policías” según sus propias justificaciones para el hecho.  Sin comentarios.
  Por lo comentado anteriormente los jefes nos permitieron armar la carpa en el galpón donde guardaban los camiones. Nos instalamos, fuimos a conocer el centro tucumano y terminamos comiendo unas pizzas en un centrito cultural de por ahí [“una pizza es un desliz que puede prolongar la dolencia dos o tres días más” decía el médico al día siguiente antes de darme una inyección que me hizo ver las estrellas – Lucas -] Los dos días siguientes la lluvia no cesó entonces aprovechamos para conocer la ciudad de Tucumán, descansar, curarnos, leer y hacer tiempo para no volver al cuartel hasta la cena. Luego de cenar con uno de los muchachos en el cuartel, nos contó que él estaba siendo procesado por acuartelamiento, otro por asesinato y los demás no le entendimos (la velocidad de diálogo de los tucumanos es bastante alta). Al otro día nos regaló unas frutas y una sopa que tenía.
  La salida de Tucumán fue difícil, luego de pedalear dos horas perdidos por sus calles logramos salir a la ruta. El día amenazaba lluvia y los cerros que se veían desde la ruta estaban cubiertos de nubes. Luego de pedalear 15km entre cañaverales la amenaza se volvió un hecho asique pedaleamos otros 15km bajo el agua para llegar a Famaillá empapados.
  Allí, porfiados los muchachos, terminamos en una especie de base de la policía municipal ya que fue el primer techo que encontramos. Nos cambiamos la ropa mojada por ropa húmeda (el agua se filtró un poco, no compren alforjas “Ruca” jaja) excepto las zapatillas que son  las únicas que llevamos y un simpático milico nos invitó a pasear por el pueblo en su auto. Resulta que el simpático policía se había fumado un caño antes de ir al laburo y en el paseo estuvo por demás hablador contándonos, a modo de viveza, varios “chanchuyos” policíacos. Cuando uno sale a conocer conoce todo ¿no?
  Olvidamos comentar que Famaillá es un pueblo tucumano, que ostenta el título de capital nacional de la empanada. Así que esa noche fuimos a verificar la validez de ese gran título al restaurante de la “reina de la empanada 2012”… y tampoco eran gran cosa eh! Eran ricas pero tampoco LA empanada. Me quedo con las de mi madre diría Lucas después de clavarse una docena. ¡Qué hijo de p…!
  Al otro día, para variar, amaneció lloviendo asique luego de una polentita pasamos una tarde de viejos (el pueblo no se prestaba para otra cosa), jugando al ajedrez, leyendo y dándole duro al café con coñac para aguantar el frío y las patas mojadas. Las zapatillas no se secan de un día al otro che.
  A la otra mañana nos levantamos temprano, de noche, y preparamos todo para pedalear aunque llueva. Desayunamos y arrancamos nomás. ¡No llovió! Pero luego de 20 planos kilómetros nos encontramos con la selva de yungas tucumana, donde la ruta sube y sube cual si fuera la bandera del amor (para todos los que estén pensando qué pavos, sí sí somos pavos, pero la pasamos lindo).
  La ruta era bravísima pero el paisaje increíble. Mucha humedad, vegetación de todo tipo, arroyos y las nubes a la altura de nuestros hombros. Luego de subir 20km con una pendiente bastante pronunciada llegamos a un gran monumento al indio literalmente empapados en sudor, desentonando con las bajas temperaturas y los emponchados turistas.
                                                En la Casita de Tucumán o Casa Historica segun los tucumanos.



                                Pedaleando entre cañaverales a la salida de San Miguel de Tucumán.



Santi adentrándose en la selva de yungas.


                                                                        Camino a las yungas!
Abajo se ve el camino, desde alli veníamos pedaleando.


Cagado de frio en el monumento al indio.


                                                                    Con la nube ahi nomás!
  Luego de un descanso, juntamos coraje (ayudados por un traguito de vodka barato) y arrancamos nuevamente. El coraje fue en vano ya que quinientos metros más adelante nos estaba esperando una F100 que nos había cruzado y se apiadó de nuestras flacas patas. Nos ofreció llevarnos hasta El Mollar, a solo 6km de Tafí del valle, donde esperábamos llegar para esa noche. Lo dudamos eh, más o menos una milésima de segundo. ¡Arriba changos! Gritó el chofer y ahí nomás nos tiramos con los bártulos en la caja. El camino fue duro hasta en camioneta, curvas muy cerradas y siempre en subida, con poca visibilidad por estar entre las nubes. Ya en el Mollar sacamos unas fotos y pedaleamos los 6km faltantes hasta Tafí del Valle. Allí nos comunicamos con Victor, un compañero del laburo del padre de Santi, quien nos llevó a su casa y nos presentó a su familia. Gracias a su hospitalidad, pudimos por fin secar la ropa y dormir calentitos (¡maricones los changos!)
  Al otro día trepamos unos cerros cercanos con Nicolás, el yerno de Victor, de donde se apreciaba todo el pueblo de Tafí y alrededores y almorzamos unos ñoquis caseros con toda su familia. Al otro día Victor justo tenía que ir a buscar piedras en la camioneta hasta El Infiernillo, la parte más alta del camino, a 15km de Tafí. El negocio fue justo, él nos acercó en la camioneta y nosotros se la llenamos de piedras.
Je! descansando del pedaleo!


                                                                      En el medio de las nubes.


                                                           Espectacular vista de El Mollar desde la ruta.


                                                    Pedaleando el último tramo hasta Tafí.


                                                 Vista panorámica de Tafí desde el cerro.


                                                                    Caminando entre los cerros.


                                                      Ñoquis caseros con la familia de Víctor!!


                                                             Qué BÁRBAro el pasiaje no?

                                                         
En el infiernillo!


  De allí el paisaje cambió rotundamente. Mucho más desértico, y con grandes valles. Abundan los enormes cactus, sobre todo en la denominada cuesta de los cardones. Ya con un solcito que comenzaba a calentar llegamos a Amaicha del valle, comunidad descendiente de diaguitas, que disfruta de tener el mejor clima del país. Según sus habitantes llueve solo cinco días al año y los 360 restantes los bendice el sol. Allí averiguamos por el camping más barato y terminamos en el de Freddy, gomero de profesión y particular intérprete de extranjeros. Allí conocimos a Mártin, un alemán que viajaba por Latinoamérica en su bicicleta y a Agustín y Ayelén, dos jóvenes marplatenses exiliados de las avenidas. La idea fue cenar en grupo pero Ayelén nos la complicó comprando una polenta no instantánea, asique después de un fallido intento de cocinarla terminamos comiendo unos fideos.
  Al día siguiente fuimos a conocer el dique y la cascada El Remate con las bicis vacías. Llegando al dique, como es costumbre, Lucas pinchó su bicicleta. Cuestión que después de conocer el dique dejamos las bicicletas en la casa de una señora y fuimos hasta las cascadas caminando por un sendero que nos indicó dicha señora siguiendo un canal entre la montaña. La cascada estaba realmente espectacular, enclavada en una grieta de la montaña donde no llegaba la luz del sol y en medio de un paisaje de grandes paredones de rocas. Cuando volvimos a buscar las bicis la señora nos regaló un pan casero que comimos con dulce de leche al llegar al camping. Esa noche Lucas se mandó unas pizzas a la parrilla para el grupete. Nos divertimos intentando entablar conversación con Mártin, que no hablaba español,  y luego Freddy nos contó de sus raíces y cultura de la comunidad.
                                                       Pedaleando los valles calchaquies.



                                                           Observando el camino por recorrer.





Pequeño cactus en la Cuesta de los cardones.

Cuesta de los cardones.



Haciendo equilibrio al borde del abismo.


Cómo se sentiran Romualda y Madariaga? jaja


Pedaleando por Amaicha.


Monumento al ciclista! General Santiago Mutilba(1991-?) Luchó conta los vientos en contra en la pampa húmeda, las interminables cuestas arriba del norte, y ni sabe lo que le espera!


Fabricacion de ladrillos de adobe, tipico en la zona.



Camino a las cascadas El Remate, por el sendero entre la montaña.


Me estas cachando!


Las cascadas en cuestión.


Santi.


Lucas.


Santi y su amiga la altura.

Haciendo equilibrio en la vuelta de El remate.


Ayelén y Agustin, marplatenses.

De izq. a der. Lucas, Agustín, Martin, Ayelén y Santi.

  Al día siguiente seguimos pedaleando. Llegamos a las Ruinas de Quilmes, donde observamos y aprendimos de las majestuosas construcciones de los antiguos indios. Allí un señor se acercó a conversar ¡y resultó ser necochense! Luenga, otorrinolaringólogo, que andaba de vacaciones por el norte con su señora. Nos mostraron fotos de su viaje y nos regalaron un dinero con el objetivo de que pasemos la noche en un hostel, que más tarde se convertiría en comida. Mientras almorzábamos, los trabajadores de las ruinas nos regalaron unos choripanes y unas porciones de torta, ya que festejaban el día del trabajador con un asado. Con la panza llena seguimos pedaleando hasta Colalao del Valle, una comunidad de unos 1800 habitantes atravesada por la famosa ruta 40. Estas comunidades del norte, a diferencia de los pueblos, tienen cacique además de intendente y a la municipalidad la llaman comuna. Increíblemente terminamos acampando gratuitamente en el patio de un hotel.
  Al otro día comenzaron a verse viñedos en la ruta. Dejamos la provincia de Tucumán para comenzar a pedalear la provincia de Salta. El espesor de las cubiertas ya disminuyó notablemente sintiendo los 2500km pedaleados. Y ya gastados los parches de repuestos, las pinchaduras siguieron. Tuvimos que llegar a Cafayate inflando, pedaleando unos agitados 500 metros, inflando, pedaleando otros más agitados 500 metros  y así sucesivamente. Esta modalidad de pedaleo requería de combustible: entramos a conocer la bodega Etchart y luego de las degustaciones de las distintas variedades de vino (que para nuestros paladares son todos iguales, vino), seguimos pedaleando. Ya en Cafayate, y bastantes cansados, comimos y fuimos a conocer la bodega La Banda y el museo de la vid y el vino. La noche la pasamos acampando en un río seco que pasaba por las afueras del pueblo, casi abajo del puente.
No se asuste compañero!


Con Luenga y su señora.


Ruinas de Quilmes.




                Por la carretera!

Pedaleando entre viñedos.


Bodegas Etchart.


Problem!

Los mansos burritos de Cafayate.


Entre toneles en la bodega La Banda.



Santi experimentando con el ISO de la cámara, un desastre!


Viñedos a lo lejos.


Arte en toneles, museo de la vid y el vino.


No hace falta epígrafe.


Al otro día nos levantamos temprano y le colocamos ¡nueve parches! a las cámaras. Ya con las bicis listas y la esperanza de no volver a pinchar seguimos pedaleando. A los pocos kilómetros de Cafayate el paisaje vuelve a cambiar. Se comienzan a ver grandes montañas de todos colores. No hay una igual a la otra. Luego de visitar la llamada Quebrada de las Conchas llegamos a Santa Bárbara, un pequeño caserío al costado de la ruta, perdido entre las montañas. Allí al enterarnos que no había un solo almacén, sólo unas ocho casitas, cagados de hambre prácticamente  obligamos a un hombre a que nos venda unas galletitas de su almacen cerrado ya que solo trabajaba en verano. Acampamos y al otro día temprano arrancamos.
La ruta estaba muy buena pero el paisaje mejor. Conocimos a un hombre que se dedicaba a fabricar y vender ocarinas en la ruta. Luego de escuchar su historia y unos temas que con ese paisaje y ese sonido te hacían poner la piel de pollo seguimos pedaleando. Paramos a conocer El Anfiteatro y La Garganta del diablo, dos cuevas inmensas de rocas formadas por la erosión y el tiempo, para luego frenar a comer unas empanadas salteñas buenísimas en Puente Morales, una casa aislada al costado de la ruta donde vive una familia dedicada a la venta de empanadas y quesos de cabras. Nos encontramos con Marcos, un inglés que pedaleaba de Santiago de Chile a Bolivia. Comimos con él las empanadas y luego seguimos juntos por la ruta. Cambiamos las bicis pero solo un rato, ya que el cambio lo perjudicaba notablemente. Al llegar a Alemanía, a las 15:00hs, nosotros entramos y él siguió viaje.
Estos norteños que no saben manejar en la arena! Médanos cerca de Cafayate.


Las muchachas en tierra colorada.


En el corazón de la montaña.


                                                                        Cual 127 horas


                                                                  Meta pedal nomás!


                                                                          



                                                           Las raras formas que la erosión le dió a las rocas.


                                            Típicas casas en la ruta, con ventas de productos regionales.


                                                                 Un sapo!!!!!!!!!!!!
                                                                               


                                                         Viñedos alumbrados por la luna.


                                                               Delirantesxahí.


                                                                  La garganta del diablo.


                                                                     él y sus piedritas


                                                                La garganta del diablo.


                                                              

                                                 


                                                                   Lucas y Madariaga


                                                         Con Marcos


Alemanía es un paraje de unos quince habitantes, que alguna vez fue pueblo, antes de que las vías del ferrocarril sean abandonadas allá por 1971. La estación, construida en el año 1916, se conserva bastante bien. La gente de Alemanía vive de sus animales y pequeños cultivos. Nos dirigimos al único bolichón del pueblo. Luego de comprar unas galletitas y charlar un rato, el vendedor, Carlos Calixto, don Cali para sus amigos, nos invitó a tomar unas cervezas a temperatura ambiente en su rancho. Resultó que don Cali era un borrachín descendiente de Coyas. Luego llegó Chavez, un paisano del paraje, a quien también le gustaba la cerveza.
-          ¿Qué anda haciendo don Chávez? - Preguntó Cali.
-          Aca andamos, poniendo un rato el lomo al sol - Respondió Chavez mascando coca.
 Luego de charlar un rato con Chavez, porque don Cali ya se había quedado dormido en la silla, llegó Alejandro, otro paisano del paraje. Con ellos jugamos al sapo. Este es un juego típico del norte, en el que se tiran unos tejitos de bronce a un tablero con tres sapos de bronce con la boca abierta, una cara con  la boca abierta que llaman la vieja, y otros agujeros. Depende donde se emboque el tejito se van sumando puntos. Apostamos un vino Alejandro y Chaves contra nosotros, los dos forasteros, e increíblemente ganamos. La revancha fue por la soda pero la suerte ya no corrió de nuestro lado. Luego de tomarlo con ellos, partimos para armar campamento a la orilla del río. Pero nos encontramos con otra joda: Guillermo con su padre y sus hermanos. Esta familia salteña había pasado allí el día y ya se estaban yendo. Al sacar la guitarra decidieron quedarse. Guillermo y su padre resultaron unos grandes cantores de folklore. Entre zambas, chacareras y más vino, comimos entre todos las sobras del asado que se habían mandado al medio día y la joda siguió por otras dos horas. Luego ellos se fueron y nosotros, iluminados por una gran luna llena, logramos armar la carpa.
Al día siguiente, después de levantar campamento, fuimos a saludar a don Cali, quien se tomó un buen tiempito para lograr reconocernos.
-          ¡Ah ustedes son los muchachos de anoche! – dijo don Cali sonriente.
Ese día pedaleamos unos 10km y al llegar a Talapampa, nos enteramos que el pueblo estaba de fiesta patronal. Asique allí nos quedamos a conocer la típica fiesta patronal norteña. Misa, procesión, desfile de caballos y gauchos, pollo y locro y unos músicos dándole a los gatos, zambas y chacareras. Después de bajarnos dos buenos platos de locro seguimos hasta La Viña, un pueblito un tanto más grande que los que veníamos visitando, pero tampoco gran cosa. Nos dejaron armar la carpa en una especie de polideportivo municipal.
Al otro día nos pusimos las pilas y pedaleamos los 85km que nos separaban de la ciudad de Salta. Una vez allí, y luego de varias vueltas y de enterarnos que el camping municipal estaba cerrado por refacciones, terminamos en el cuartel de bomberos, pero esta vez acertamos, eran bomberos voluntarios.
                                                           Con don Cali.


                                                 Cháves jugando al sapo.



                                          Santi y el monoambiente: libre de espensas, gas, luz y agua.


                                                          Puente del ferrocarril


                                                   Procesión de la Virgen del Valle



                                                Los gauchos de Talapampa
                                                             La Virgen Gaucha.

 
                                                                 Pequeña jinete de Talapampa
Aproximadamente en unos 15 días estamos saliendo del país, aunque dan ganas de seguir pedaleando por nuestros hermosos paisajes y gente, asique todos aquellos que se quieran comunicar aprovechen ahora porque los celulares probablemente van a dejar de funcionar, o si funcionan sale algo así como cuatro dólares el minuto, y nos vamos a quedar comunicados sólo por mail:
Lucas:                         cel - 2214195254                 mail-         lukitas_phhc@hotmail.com
Santiago:                   cel- 2235454403                    mail-        saanti_m@hotmail.com